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24-abr.-2025, jueves de la Octava de Pascua

Aumenta nuestra fe y danos la alegría de reconocerte en los que nos rodean, al igual que lo hizo tu evangelista san Marcos

Alegre y bendecido amanecer, que lo iniciamos en tu nombre, para que bendigas nuestras obras y acciones de este día. Que nuestra generosidad y solidaridad la podamos demostrar haciendo todo con amor, como Tú lo hiciste por nosotros. 

Tú moriste en la cruz y has resucitado de entre los muertos. Nosotros no hemos visto las señales de los clavos en tus manos ni hemos tocado la herida de tu costado, pero creemos que estás vivo y presente en medio de nosotros. Abre nuestros corazones a tu palabra para que nos eleves por encima de nuestras debilidades espirituales y nos cambies en hombres y mujeres nuevos, para que podamos dar testimonio de tu Resurrección. Danos la alegría, Señor, de tu manifestación en medio de nosotros y —ante todo— danos la alegría de saber que podemos compartir contigo, que no compartimos sólo un trozo de pescado, sino que compartimos nuestros corazones, nuestros sentimientos y nuestros deseos de servicio y entrega a nuestros hermanos.  Aumenta nuestra fe y danos la alegría de reconocerte en los que nos rodean, al igual que lo hizo tu Evangelista san Marcos, a quien celebramos en este día. Bendícenos abundantemente en este día y que seas nuestro refugio y fortaleza. Amén. 

Un muy feliz y confiado jueves en el Señor. ¡Alegría y optimismo!

Oración por nuestro ⴕ Papa Francisco 

Meditación del papa Benedicto XVI

En la página evangélica, san Lucas refiere una de las apariciones de Jesús resucitado (cf. Lc 24, 35-48). Precisamente al inicio del pasaje, el evangelista comenta que los dos discípulos de Emaús, habiendo vuelto de prisa a Jerusalén, contaron a los Once cómo lo habían reconocido «al partir el pan» (Lc 24, 35). Y, mientras estaban contando la extraordinaria experiencia de su encuentro con el Señor, él "se presentó en medio de ellos" (v. 36). A causa de esta repentina aparición, los Apóstoles se atemorizaron y asustaron hasta tal punto que Jesús, para tranquilizarlos y vencer cualquier titubeo y duda, les pidió que lo tocaran —no era una fantasma, sino un hombre de carne y hueso—, y después les pidió algo para comer. Una vez más, como había sucedido con los dos discípulos de Emaús, Cristo resucitado se manifiesta a los discípulos en la mesa. Toda comunidad revive esta misma experiencia en la celebración eucarística, especialmente en la dominical. La Eucaristía, lugar privilegiado en el que la Iglesia reconoce «al autor de la vida» (cf. Hch 3, 15), es «la fracción del pan», como se llama en los Hechos de los Apóstoles. En ella, mediante la fe, entramos en comunión con Cristo, que es "sacerdote, víctima y altar" (cf. Prefacio pascual V) y está en medio de nosotros. (Benedicto XVI, Homilía, 26 de abril de 2009)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.