¡Buenos días! Ese es nuestro saludo cariñoso y agradecido por todo lo que recibiremos de tus manos generosas y la seguridad de que caminarás a nuestro lado.
En la certeza de una experiencia de la faena diaria, el cansancio de la noche les hizo a tus discípulos ser reacios a tu propuesta, pero tan solo por una razón, “por tu palabra”, echaron las redes. Pero, ¿Por qué mar adentro? Tú nos das la explicación: Porque se necesita ir hasta las profundidades del alma para encontrarnos con lo que buscamos. El alimento está en la constancia, en la profundidad, en no negar cada intento. Siempre “hay una palabra” diferente y distinta que es llena de esperanza para un nuevo intento. No todo queda resuelto con lo pronunciado, lo hecho, lo realizado una sola vez, si no lo intentamos de nuevo. Después de las desilusiones, nos regalas momentos de felicidad.
Danos la gracia de echar las redes en tu nombre para que los momentos difíciles y desérticos de las redes vacías se cambien por momentos de pesca abundante en amor, servicio y entrega. Cólmanos con la fuerza de tu Santo Espíritu para que estemos dispuestos a proclamar tu mensaje en el lenguaje vivo de nuestro tiempo. Obra y actúa en nosotros para que cada uno tengamos el valor de decir: “Aquí estoy Señor, envíame” a compartir con todos los que quieran escuchar tu alegre noticia de felicidad y de esperanza. Bendícenos abundantemente y cólmanos con la gracia de tu presencia. Amén.
Feliz, bendecido y fructífero jueves vocacional. No olvidemos: «EN TU NOMBRE, ECHARÉ LAS REDES».
Las palabras de los Papas
La multitud se agolpa en torno a Jesús, mientras algunos pescadores decepcionados, entre ellos Simón Pedro, lavan sus redes después de una noche de pesca que salió mal. Y he aquí que Jesús sube a la barca de Simón; luego lo invita a ir mar adentro y echar de nuevo las redes (cf. Lc 5,1-4). (…) No era una hora adecuada para pescar, era pleno día, pero Pedro confía en Jesús. No se apoya en las estrategias de los pescadores, que conocía bien, sino que se apoya en la novedad de Jesús. Aquel asombro que lo movía a hacer aquello que Jesús le decía. Lo mismo ocurre con nosotros: si acogemos al Señor en nuestra barca, podemos ir mar adentro. Con Jesús se navega por el mar de la vida sin miedo, sin ceder a la decepción cuando no se pesca nada, y sin ceder al “no hay nada más que hacer”. Siempre, tanto en la vida personal como en la vida de la Iglesia y de la sociedad, se puede hacer algo que sea hermoso y valiente: siempre. Siempre podemos volver a empezar, el Señor siempre nos invita a volver a ponernos en juego porque Él abre nuevas posibilidades. Aceptemos, pues, la invitación: ahuyentemos el pesimismo y la desconfianza y entremos mar adentro con Jesús. Incluso nuestra pequeña barca vacía será testigo de una pesca milagrosa. (Papa Francisco - Ángelus, 6 de febrero de 2022)