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Celebración en Honor al Señor de los Milagros

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Eucaristías todos los 14 de cada mes, aquí en nuestra parroquia

En el año de 1.550, Buga era un pequeño caserío. El río Guadalajara corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el Templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja, donde vivía una indígena anciana, cuyo oficio era lavar ropa.

Su ilusión era comprarse un crucifijo y para ello reunió setenta (70) reales, los cuales se los entregaría al cura párroco para que le comprara su cristo; cuando pasó por allí un hombre, padre de familia, llorando pues le iban a mandar a la cárcel porque debía setenta reales y no tenía con qué pagarlos; Ella se llenó de tristeza y prefirió dejar su anhelo para más tarde y le ayudó al pobre hombre que la bendijo por haberle salvado.

Días después, estaba lavando, cuando traído por la corriente del río, llegó a sus manos un crucifijo, que para ella fue como la joya más preciosa. Como no podía pertenecer a nadie, pues río arriba era completamente deshabitado, se fue feliz con su hallazgo y le improvisó un altarcito y lo colocó amorosamente en una cajita de madera.

Una noche oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y se llevó una gran sorpresa cuando vio que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que era ilusión de sus ojos debilitados por la edad.

La imagen siguió creciendo y cuando advirtió, tenía ya cerca de un metro de estatura. Le avisó al cura párroco y a los señores más importantes del pueblo, quienes al verlo y darse cuenta que la pobre señora no tenía dinero como para obtener un crucifijo de estas dimensiones, corroboraron que era un milagro.

Los devotos empezaron a quitarle pedazos para llevarlos consigo y fueron deteriorándolo hasta que un visitador especial llegado de Popayán ordenó quemarlo. Al ser echada a las llamas la imagen empezó a sudar tan copiosamente durante dos días que los vecinos empapaban algodones para llevarlos como reliquias y obtener curaciones.

Después de esto la imagen resultó más hermosa. La gente empezó a tener gran devoción con este milagro y llegaban de todas partes peregrinos y romerías a visitarla, obteniendo curaciones los enfermos y logrando beneficios los necesitados.

Después de estos sucesos cuenta la crónica de 1819, el ranchito de la anciana se convirtió en un sitio de reunión y se le dio el nombre por el cual se le conoce desde hace siglos: “El Señor de los Milagros”.

Después de la muerte de la anciana, se pensó en el lugar donde debía colocarse el crucifijo. Su ranchito quedaba junto al río y como creció, cambió de cauce y se desvió, dejó el sitio libre cerca al lugar de su aparición, para construirle allí su templo, el que se construyó pequeño y se le llamaba: “La Ermita”.

Es una imagen enternecedora, la cruz tiene 1,70 m de altura y 1,30 m de ancho, la imagen es de color oscuro. La cruz tiene el letrero INRI, que significa: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”; de la cruz salen rayos de plata, que le han obsequiado sus devotos.

La Cabeza del Santo Cristo está muy inclinada; sus heridas, especialmente el costado, derrama abundante sangre, la cabellera también ensangrentada cae en dos manojos sobre sus hombros. El rostro atormentado por el dolor conserva una expresión de resignación y de majestad impresionantes, los ojos cerrados y los labios entreabiertos.

Tomado: https://www.milagrosodebuga.com/

 

 

Horario de Eucaristías:
Domingo: 7:00 - 10:00 am - 12:00 m - 3:00 pm - 6:00 pm
Semana: 5:30 - 12:00 m 3:00 - 6:00 pm

ORACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS 

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, para bendecirte, para darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón; yo te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo quiero amarte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del Evangelio:

«Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc1,40). Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, yo me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, mis problemas y mis alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, yo quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo. Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo.

Amén.